
Por: Redacción COSAS/Sony Pictures / Fotos: Getty Images
Lejos de la comedia romántica clásica, este filme tiene el toque dramático sutil de su directora, Celine Song. Una joven ambiciosa está dedicada a lograr el match perfecto para sus clientes, mientras que ella lidia con la imperfección de su realidad amorosa.
Diez años atrás, cuando seguía siendo una dramaturga en aprietos económicos, Celine Song quedó empantanada en la experiencia definitoria de cualquier artista neoyorquino: buscarse un trabajo normal. Fue mucho más complicado de lo que se esperaba y al poco tiempo se encontró ocupando un lugar por completo inesperado. Song no podía ser contratada como barista o como revisora de productos en barata, pero, gracias a una sugerencia escuchada en una fiesta, se convirtió en un vínculo para los ideales y deseos más íntimos de los demás. Comenzó a trabajar como casamentera.
La segunda cinta de Song- una clara y sensible, pero sobre todo dolorosamente honesta observación de las contradicciones del amor moderno y las citas- fue en parte inspirada por su reveladora y frecuentemente confusa experiencia ayudando a la gente a hallar a la pareja ideal. Lucy (Dakota Johnson), la protagonista, trabaja en una compañía de alto perfil especializada en la búsqueda de parejas ideales, tal y como en realidad le ocurrió a Song. Tiene que celebrar juntas y sesiones con administradores de capital privado y profesionales adinerados, siempre en busca de parejas perfectas y hallables entre los solteros y solteras de élite de la ciudad. Lo que esta gente busca proporciona una perturbadora ventana hacia las verdades más oscuras acerca de la manera como solemos imaginar nuestras vidas amorosas. “Siento como si hubiera aprendido más acerca de las personas durante esos seis meses que en cualquier otro periodo de mi vida”, explica Song.
Buscando los servicios de Song, los clientes no tenían empacho en confiarle sus retorcidos puntos de vista y las extrañas expectativas a propósito de aquellos o aquellas con quienes anhelaban pasar el resto de sus vidas: cantidades con seis cifras, con seis pies de altura y muchos otros requerimientos que permitían entrever sus materialistas idiosincrasias. Tal y como el jefe de Lucy lo explica al principio de la cinta, ser casamentera resulta más íntimo que ser solamente la terapeuta de otros. “Lo que aparece en la película proviene de la verdad que descubrí: que existe una muy graciosa pero muy oscura cosificación de la humanidad de los demás, y por tanto una verdadera y mutua mercantilización, mientras ponemos en marcha esto que llamamos ‘cumplir con una cita’”, dice Song.
“Pero, aparentemente, tiene que ver y se subordina a la búsqueda del amor”. En ese trabajo, ella atendía a gente que anhelaba con desesperación conocer a aquella otra persona que les completaría gente que a la vez se mostraba sumamente superflua en cuanto a cómo podrían ser los candidatos. La noción de la construcción de una sociedad tomaba forma en términos asombrosamente corporativos. “La idea en general consistía en conseguir el mayor de los valores en el mercado- yo tenía que actuar como si fuese una empleada de la bolsa de valores”, rememora Song. “En realidad, el asunto no tendría que ver necesariamente con la garantía de acabar sepultados con cierta persona ideal, pero por la forma como todos y todas hablaban acerca de la pareja que deseaban, parecía como si estuviesen refiriéndose a un automóvil o una casa en venta. El lenguaje era el mismo. Y yo me sentía realmente atascada en dicha disonancia”.
Lucy tampoco puede manejar esta disonancia, así que a la hora de ponerse a escoger al hombre con el que se casará, preferirá optar por el frío cálculo típico de su empleo en vez de todas las fantasías concernientes al amor verdadero. El tipo correcto se reduce a las casillas que hay que rellenar o dejar vacías, pero, sobre todo, a su cuenta bancaria. Su sensibilidad y claridad le permiten convertirse en un muy adepto tiburón al asumir su cargo como casamentera. Cuando topa con Harry (Pedro Pascal) en la boda de dos de sus clientes emparejados exitosamente, ella sabe que ha detectado a un unicornio. Es alto, guapo, gracioso y muy, muy rico. Solía ser codiciado por las clientas de la propia Lucy. Pero Harry está más interesado en Lucy.
Su tierno encuentro en mitad del ostentoso brillo de la boda se ve interrumpido por John (Chris Evans), un mesero pobre y aspirante a actor, cuya presencia al parecer atraviesa como aguja la fachada que Lucy ha construido con tanto cuidado. De inmediato podremos detectar una profunda historia compartida entre estos dos. Lucy es la que ayuda a sus clientes a encontrar amor, pero quizás John fue quien, por principio de cuentas, le ayudó a entender el amor.
La película de Song no gira exactamente alrededor de un triángulo amoroso entre dos pretendientes, sino que constituye una honesta mirada a las más universales y espinosas cuestiones acerca de la manera como abordamos a aquella persona con la que pasaremos el resto de nuestras vidas. Es la producción que da seguimiento a Past Lives, cinta nominada al Oscar. Esto no hace sino confirmar a Song como una perspicaz observadora de las fricciones humanas más profundas e inefables así como de los sentimientos que permean la vida contemporánea.
AMOR EN TIEMPOS DESESPERADOS
Amores Materialistas, de esta forma, se convierte en una cinta romántica terriblemente moderna y perturbadoramente novedosa. Una película que con mucha habilidad consigue deconstruir este género, tan sólo para rearmarlo como un espejo ante sus sus propias nociones. La mayoría de las comedias románticas y las comedias dramáticas nos han enseñado a caer en la trampa de un sentimentalismo prefabricado y ajustado al presunto amor de gran ciudad, mientras que programas como Sex and the City intentan desenmascarar el carrusel de la cultura de citas. Pero la cinta de Song es quizás la más subversiva y auténtica gracias a la manera tan explícita como establece una frontera entre ambos lados- sin dejar de exponer la paradoja de todo este asunto.
“Es, muy específicamente, una cinta acerca de cómo hallar un amor perdurable, que conducirá a una relación o ‘asociación’ que durará por siempre- y esto justamente en el corazón de la economía de las citas”, dice Song. “¿Cómo lograrás sobrevivir?”
“Las matemáticas jamás funcionarán cuando de amor se trata y la contradicción de este tema ocupa el corazón de la cinta”, dice Song. “La cinta tiene que ver con esta cosa tan misteriosa, imposible y contradictoria: el amor mismo”. Quizás lo más destacado de la película yace en la respuesta que Song da a la disonancia: entres sus despiadadas observaciones acerca de las maneras como buscamos amor, la cinta se rehúsa a ser cínica, aferrándose en vez de ello a nuestras más tiernas creencias en torno al amor y sus misterios.
Amores Materialistas parecerá quizás aterradoramente familiar a los solteros y solteras de estos tiempos, porque no solo aborda el desgaste propiciado por la cosificación de la asociación romántica (y esta idea suele ser reforzada por el mismo género romántico, señala Song). Esto es, que asimismo señala una muy dañina sensación de abstracción, algo que reduce a los involucrados hasta tornarlos un mero conjunto de datos fríos.
El arco de la historia sigue, en cierto sentido, el esfuerzo que Lucy realiza para alejarse de esta filosofía de la deshumanización, para caer en la cuenta de que las personas no son meros activos, son humanos”, dice Song. “Pero esto es muy difícil de imaginar cuando el mundo entero te trata como un activo”.
UN ELENCO PERFECTO Y QUE (NOS) HACE CLIC
Para Song, a la hora de elegir al elenco para el trío principal, lo importante no fue otra cosa que hallar actores capaces de capturar la volátil sensación de tener que bajar la guardia y caer ante los pies del otro, a pesar de las armaduras y rutinas que éstos han creado para defenderse. “La selección de un elenco es como enamorarse, lo que opera es el instinto, algo pulsa en tu interior y sólo más tarde lo confirmas”, dice Song. Una directora crea a sus personajes con actores específicos en mente: “Estos personajes están en mi mente y yo siempre busco al alma gemela del personaje que he creado”. Esta corazonada instintiva fue inmediata cuando se encontró por vez primera con Dakota Johnson. “Estábamos en una junta y tras notar su manera de ser, tan graciosa, vulnerable y aguda, me fui de ahí pensando, ‘Ahí tenemos a Lucy’”, rememora.
Tras leer el guion, Johnson se sintió muy incentivada por lo inescrutable de Lucy. “Me atrajo el papel por su complejidad”, dice Johnson. “Lucy despliega dinámicas muy distintas en la cinta, por ello veremos muchas y muy divergentes facetas en ella. Con los otros personajes ella se conduce de muy distinta manera, como si fuese una persona diferente con cada uno de ellos. Se comporta como si fuese un camaleón. Y así te preguntas cuál es la verdadera Lucy, algo muy divertido a la hora de encarnarla”.
Johnson posee lo que Song considera una versatilidad innata: una fortaleza y una dureza que pueden derretirse en un segundo, permitiendo a los demás observar la fragilidad y humanidad debajo de estas capas. “Conoces a alguien y ya no puedes sacarla de tu mente”, dice Song. “Cuando conocí a Dakota, hablamos acerca de la vulnerabilidad irradiada cuando esperas que el amor aparezca; conversamos acerca de nuestra creencia en el trabajo, y de la forma como todo esto puede englobarnos”. Lo sintió incluso como algo realmente cósmico: tomando en cuenta a la Lucy que ella había elaborado por escrito a lo largo de los meses y años antes de conocer a aquella que tenía enfrente, prosigue Song, “Yo no escri- bo papeles para actores específicos, pero en cuanto la conocí, sentí como si hubiera creado este personaje sólo para ella; la sensibilidad y la delicadeza irradiadas por Dakota, a pesar de su obvia condición de asombrosa y poderosa mujer alfa”. Lucy, en otras palabras, posee una profunda vulnerabilidad enmascarada por un exterior que sabe cómo actuar en un mundo que no cesa de observarnos. Es una manera de ser que Johnson vio y comprendió enseguida.
El siguiente paso consistió en hallar al John adecuado, alguien que pudiera encajar específicamente en una historia compartida con Lucy; un pasado que nosotros, a la vez, pudiéramos intuir. “Lo que buscas es la química en lo relativo a su historia compartida”, explica Song. “Fueron novios en la universidad y luego, durante su veintena, siguieron juntos y él siguió esforzándose como actor. Ella intentó ser actriz, luego abandonó este plan, y los valores de ambos tomaron rumbos distintos. Ya no podían seguir juntos”.
Con John, entonces, ella buscaba a una persona de corazón suave y tierno, pero con un dejo de resentimiento, propiciado por la necedad de seguir avanzando por el mismo camino, a pesar de que este sendero lo ha dejado en la quiebra y estancado en el tiempo. Tal como ocurrió cuando platicó con Johnson, Song salió de su junta con Evans convencida de que había hallado a John. “Me fui de ahí con la certeza de que con su humildad, su pasión, su dedicación y su destreza… bien, pues había algo en su manera de hablarme acerca del amor y del trabajo, de sus ambiciones, de los lugares que le daban seguridad y de lo que le comprometía….
Me conmovió mucho, se trata de una sensación que jamás me abandonará”. En el caso de Evans, su interés en el proyecto fue directo e inmediato: “Yo quería trabajar con Celine”, dice. Le gustaba Past Lives y podía detectar en el guion para la nueva cinta ese mismo sello de Song.
Tras seleccionar a Evans para el papel de John, Song pensó en el actor para Harry, el otro hombre que compite por Lucy. Recuerda haber pensado que la respuesta se hallaba justo frente a ella: “A Pedro lo conozco y amo desde hace tiempo, pero en cierta ocasión sostuvimos una conversación muy profunda acerca de la sacralidad del amor- y de la demencial dificultad del amor, del amor como reto- y ahí mismo caí en la cuenta de que estaba hablando con el propio Harry”.
Pascal se sintió inspirado para el personaje, para la manera como él mismo lo llevaría a cuestas, por algunos de los hombres más suaves e icónicos que el propio Harry podría llevar a cuestas. “Pensé mucho en el Harrison Ford de Working Girl, en el George Clooney de los últimos treinta años, incluso me remonté a Cary Grant”, rememora Pascal. Pero lo que más atrajo a Song fue una dulzura innata en Pascal, un rasgo que podía descolocar su donaire e incluso esa fachada tan meticulosamente construida. “Resultaba crucial que Harry no fuera un villano, pero tampoco un mal chiste”, dice. “Necesitaba a un tipo adorable. Porque con alguien que podría ser el Señor Perfección, lo único cierto es que terminaríamos por odiarlo. Pero el hecho de que Pedro encarne a este personaje con semejante vulnerabilidad no pue- de sino contribuir a que nos sintamos encantados y enamorados con él. Él es como una herida abierta”.