
Por: Pilar Sordo / Archivo: Cosas Julio 2016
Yo no sé si es porque estoy más vieja o porque he desarrollado más mi sensibilidad en este último tiempo, -de lo que estoy segura es de que ha aumentado, y así me lo dice mucha gente-, percibo una “casta” de personas que se creen con el derecho de arruinarle la vida a cualquiera que decide construir su cotidianeidad desde lo positivo y el entusiasmo. Siempre he planteado, y así fue en el estudio de la felicidad, que ésta es una decisión y que la gente que hoy es feliz no es gente que no tenga problemas, porque esos seres humanos no han nacido, ni van a nacer. Ellos se levantaron y tomaron la decisión de ser felices con muchas tristezas en el corazón.
Si ya es difícil tomar esa decisión e intentar ser una buena persona, resulta increíble tener además que pasar la barrera de un sinnúmero de personas que no se llaman negativos ni pesimistas, sino que realistas. Con ese argumento pareciera que andan buscando gente feliz, entusiasmada y optimista para “deprimirla”. Es como si ser positivo(a), fuera un signo de ingenuidad o literalmente de “pelotudez” y esas personas se ven con la misión de destruir nuestros sueños en el menor tiempo posible.
Seguramente, usted que lee esta columna, conoce a muchos y a muchas con estas características que se especializan en lo que yo llamo: anticipar desgracias para todo. Son boicoteadores de sueños, de buenas ideas y lindos sentimientos. Suponen que lo bueno dura poco y la felicidad son sólo momentos y la centran fatalmente en la alegría y no en una decisión.
Es difícil intentar hacer reflexionar a estas personas tóxicas sobre su forma de operar. Se amparan en el realismo y es como si eso les diera cierto aval científico para decir lo que dicen. La mejor forma de tratarlos es haciéndoles sentir que no surte efecto su estrategia y que no logran contaminar nuestras vidas. Evidentemente es mucho más difícil cuando se encuentran dentro de nuestra familia o de nuestro trabajo. Si los puede evitar, hágalo, sino se puede, hágales sentir que con una carcajada se logra más que con su cara contracturada y que nada ni nadie puede obstaculizar la decisión de ser feliz.
Estas personas se protegen a veces en las redes sociales y en otras plataformas para expresar su toxicidad y de verdad creo que han adquirido cierto status intelectual que me parece preocupante y que los ha llevado a “reproducirse” con mucha rapidez. Ojalá los pudiéramos dejar sin trabajo y desde las casas eduquemos a nuestros niños en el máximo esfuerzo y en la pasión y la búsqueda de sueños. Así tendrán más herramientas para vencer a estos “anticipadores de desgracias” que tanto daño hacen a quienes con esfuerzo, y con problemas y dolores, intentamos aportar desde la alegría, el positivismo y la construcción de sueños