
Por: Pilar Sordo / Archivo COSAS Marzo 2016
Yo no sé si se han dado cuenta que hoy los jóvenes tienen muchos problemas para temas de “adultos” o de información de cultura general. Quizás una de las razones que llevan a eso es la poca importancia que le damos a la mesa como centro de conversación y de comunión; y la dificultad que tenemos muchas familias para sentarnos en ese lugar para compartir y además para comer. Cuando nos sentamos alrededor de la mesa, en ese lugar hay una silla en la cual se sientan siempre mis hijos y que cuando ellos no están, esas sillas quedan vacías. Con esto ellos donde estén se sienten seres importantes y por sobre todo irremplazables. Si a eso le agregamos el maravilloso concepto de esa sobremesa, casi desaparecido, esa conversación cuando ya no queda nada de comer o se comen los restos, donde aparecen historias, posturas frente a temas complicados y donde desarrollamos la capacidad para escuchar, para aprender del otro, para conocer nuestra historia familiar, para reírnos , para enrabiarnos y perdonarnos, haciéndonos sentir que a pesar de todo la familia está ahí.
Quizás con estos dos elementos podríamos volver a desarrollar en nuestros jóvenes la capacidad de conversar desde el amor y desde la incondicionalidad, en espacios donde, aunque haya tensión y conflicto, también aparecen las formas de solucionarlos. Sin duda la mesa es un lugar de crecimiento, de encuentro y de conocimiento mutuo. Un lugar donde no importa lo que comamos, es más un lugar donde nos encontramos no sólo con los otros, sino con nosotros mismos y con la esencia de nuestra historia.