
Por Pilar Sordo / Archivo COSAS Mayo 2017
Cada vez me toca más seguido enfrentarme a hombres y mujeres que me cuentan sobre sus relaciones, las que por diferentes razones se tornan cada día más complejas. Parece que la tolerancia, la paciencia, la aceptación y la entrega de amor al otro están en jaque en estos tiempos. Es como sentir que yo quiero ser feliz, pero no está tan claro que quiera hacer feliz al otro. Todo comienza y termina en mí y no en el otro como debiera. Ser pareja implica tener complicidad, pasión, humor y a mi juicio más aceptación que tolerancia. Tengo que desear mirar al otro a los ojos y mirar hasta adentro, hasta el alma que seguramente conocí cuando empezaba el romance.
Muchas cosas se dejan de hacer cuando uno se siente erróneamente seguro y parece que el objetivo de enamorar a la pareja se consiguió y una voz nos dice que ahora podemos descansar. Y sí, se descansa de decir te amo, te necesito y de hacer cosas que al otro le hagan sonreír. Todo esto es un trabajo diario que requiere de voluntad y de entender que el amor es una decisión.
Y así como el amor es una decisión, ser fiel o no también lo es. Es verdad que muy pocas veces, por lo menos conscientemente, la infidelidad se busca, sino que más bien aparece y cuando se toma conciencia del “juego” en el que estamos, recién entonces se toma la decisión de continuar o no en ese doble estándar. La manera de definir la infidelidad desde lo femenino es diferente que desde lo masculino. Mientras para la mujer basta con pensar en otro y tal vez chatear con alguien, para el hombre se concreta casi solo con el acto sexual.
Muchos me preguntan si una infidelidad se puede perdonar o no. Creo primero que es importante entender que la mayoría de las veces la infidelidad nunca es causa de nada, sino que es consecuencia de algo que no se habló y que es responsabilidad de ambas personas en la pareja. Entendiendo esto, estoy segura de que una infidelidad se puede perdonar cuando se asume como un proceso de dos y como una de las tantas instancias de crecimiento que puede vivir la pareja. Lo que hay que comprender en este proceso es que la pareja que existía antes de que esto explotara nunca volverá a ser la misma y es bueno que así sea. Es como un vaso que se rompe, ya no se puede pegar y si se pudiera no sería el mismo. Hay que construir otro vaso con nuevas expectativas y nuevas metas, donde el episodio se trabaje, pero no se cobre nunca más. Perdonar no implica olvidar, perdonar de verdad implica recordar sin dolor, porque se aprendió de aquel episodio y se sacaron todos los aprendizajes necesarios de este camino recorrido. Ser pareja requiere tiempo, y es una de las aventuras más lindas del ser humano porque nos enfrenta a nuestras luces y nuestras oscuridades todo el tiempo; y si no sabemos caminar con ambos, nos mentiremos y la posibilidad de engañarnos a nosotros mismos y al otro aumentan notoriamente.
El amor de pareja no es a mi juicio incondicional, requiere de un ida y vuelta que debe ser proporcional para que ambos sientan que pueden vivir sus espacios personales y privados. Es una aventura descubrirnos a nosotros a lo largo de la vida, y cómo no va a ser maravilloso poder descubrir un otro y tener todo el tiempo que la vida regale para compartir ese crecimiento.